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En su discurso inaugural de febrero de 2005, Bush proclamó: «Estados Unidos no pretende que los disidentes encarcelados prefieran sus cadenas o que las mujeres celebren la humillación y la servidumbre». Junto con esto debemos colocar las repetidas declaraciones de Bush acerca de que el islam es una gran religión pacífica, que los fundamentalistas malinterpretan. Un multiculturalista liberal tenderá a rechazar la primera afirmación por tratarse de una expresión de imperialismo cultural, y calificará la segunda de aceptable, aunque en realidad sea una máscara para la hipocresía. Quizá deba invertirse esta valoración y seguirla sin miedo hasta sus últimas consecuencias. Lo más problemático del «respeto hacia el islam» que muestran las declaraciones de Bush no es su hipocresía, el hecho de que encubren un racismo subyacente y el imperialismo cultural eurocéntrico, sino el contenido real de esas afirmaciones. El juego de redimir la verdad interior de una religión o ideología y separarla de su explotación política posterior o secundaria es simplemente falso. Es no filosófico. Tenemos que ser despiadados con respecto al islam, al cristianismo y hasta con el marxismo. Lo verdaderamente hipócrita es la primera afirmación de Bush: deberíamos apoyarla del todo, aunque advirtiendo al mismo tiempo que los actos políticos de Bush no la secundan.

Slavoj Žižek (2008), Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 141